sábado, 29 de mayo de 2010

NATURALMENTE ARTISTAS por Karina Mariposa Roldán




Amar y aprender a respetar la propia corporalidad no es una responsabilidad fácil de asumir en la vida cotidiana de los seres humanos. Abordar los códigos básicos de una adecuada nutrición, en el mundo de la danza, tampoco es sencillo, pues la estructura social, cultural y académica de nuestros tiempos modernos, sumada al profundo desconocimiento y a la falta de información que van tomados de la mano, se desplazan con pasos desarticulados carentes de armonía, fragmentando al amor y al respeto, compañeros abstractos cuya indivisibilidad debería ser un parámetro fundamental en la ruta del Ballet.
No sólo existe una enseñanza metódica, técnica, biomecánica, postural, interpretativa, teatral y consumada. Alumnos principiantes, de nivel intermedio y avanzado, bailarines ya profesionales, maestros de escuelas de danza y de estudios privados, afanados en concretar sus metas y volar sus sueños, desvelados por asegurarse el cuerpo en una óptima condición que permita afrontar la maravillosa labor formativa de un arte sublime, atraviesan circunstancias extremas y la gran mayoría no logra entender ni acercarse a las nociones fundamentales de aquellos nutrientes que posibilitan el mantenimiento de un peso determinado y sobre todo gozar la plenitud de una musculatura vigorosa. Sometidos a prolongados ayunos y a una ingesta incorrecta, la energía primordial, epicentro de nuestra potencia, satélite de nuestros anhelos, queda arrinconada en las periferias del alma y ante las múltiples exigencias físicas algunos suponen que pueden resolverlas con la asimilación de cuatro tostadas untadas con queso blanco y un café con leche como único desayuno, siete horas posteriores de oquedad estomacal entre clase y clase y un yogur bajas calorías saboreado en el magro almuerzo. El ciclo es reiterativo y la aparición de pequeñas distensiones, desgarros imprevistos, calambres espontáneos y dolores insospechados, son las desoídas alarmas que la sabiduría del cuerpo se encarga de susurrar. Su voz es silente pero los aguijonazos expresan alaridos latentes en el interior. Los profesionales comprometidos sabemos que nunca bajaremos la guardia y ocultamos el obstinado llamado en rojo, acallando los chillidos. Pero, ¿cuál es el precio a futuro? ¿Una pronta retirada? ¿Una salida del escenario antes de la víspera? Si de prevenir se trata, para gozar aún más de una dicha incomparable cuyo amanecer es traído por el arte de la danza, ¿por qué no dedicar un suplemento de nuestras horas privilegiando los conocimientos sobre nutrición?

Las adolescentes y jóvenes mujeres tomadas de la barra, resplandeciendo sus pies en una fuente inacabable de rotación, van mutando sus caderas no solamente hacia la conquista de las posiciones abiertas, del codiciado “en dehors”, sino acorde las etapas femeninas avanzan como una madreselva por los territorios del crecimiento endocrino. Y al esculpir una anatomía esbelta, necesaria para los condicionamientos del ballet clásico, destierran alimentos de sus heladeras y bolsos por considerarlos robustamente peligrosos.
Mitos llevados diariamente a la publicidad televisiva y gráfica, bombardeo incesante de marketing, se transforman en sombrías realidades para imitar, incluso por los mismos nutricionistas que, cómodamente y detrás del escritorio, recetan una dieta estándar, idéntica para quien permanece sentado trabajando en la oficina durante ocho horas y para una alumna que practica en el mismo lapso: pirouettes, grands-jetés en tournant y allegro finale. Es en éstas instancias que, pausadamente y sin percibirlo, al espíritu le brota una rama primaria de aflicción y en su tallo cruje una leve presión. Allí los pensamientos dirigen su foco hacia la comida negada, esforzándose por no sucumbir a la tentación y se insinúan los desordenes alimenticios que moverán el eje de la estructura interna astillando la materia. El principal objetivo de transformarse en artistas completos pasa a un segundo puesto en las prioridades, y la dieta estándar al primero.

Nuestro Ser no posee divisiones más que aquellas proyectadas por la mente cuando independiza al cuerpo del alma. Acontecimiento pretencioso, como si uno pudiese en un soplo anular al Norte y al Sur, al Este y al Oeste. Estos mismos puntos cardinales moran en cada uno y conforman los vientos incesantes del cuerpo, de la mente, del espíritu y del alma. Los artífices de la danza comprenderán que la educación total de los horizontes, inherentes a las criaturas de la escena, es la máxima sublevación en la naturaleza del artista. Y es en la naturaleza concreta donde residen muchas de las respuestas nutricionales que han alejado al Hombre de sí mismo y del Universo. La industrialización de los alimentos dio a conocer al paladar los sabores artificiales, el reemplazo genuino por aditivos y conservantes, los olores inventados en tantos procesos químicos de experimentos, causantes de muchas enfermedades, trastornos estomacales y digestivos. ¿Por qué entonces empeñarnos en reemplazar pureza y calidad por omisión y conveniencias empresariales?
Es entre Oriente y Occidente donde se arraiga la abismal diferencia de la concepción del Ser, englobando para unos el equilibrio indisoluble que conforma un todo espiritual, mental, corporal y kármico y su relación con el entorno y para otros, la respuesta a la pérdida de la salud se infiere a través de la toma de pastillas, jarabes, antibióticos, antivirales, etc. Píldoras sumamente diligentes tragadas “con tal de no sentir dolor”... En el círculo vicioso, los laboratorios farmacéuticos acrecientan sus ganancias millonarias mientras se debilita y empobrece el formidable sistema de defensas que el organismo posee en toda su vastedad. Más lejos estamos de la naturaleza al servicio del Hombre, tanto más se padecen nuevas y viejas enfermedades.
Al entonar el ritmo exterior junto al interior, nuestras ondas sonoras oscilan en igual frecuencia y la eufonía brota del manantial de nuestro espíritu. Somos seres únicos y no se puede prescribir un método útil para un cuerpo y pretender asemejarlo con otro. Por ello el cimiento de una correcta nutrición tiene que incorporarse desde la personalización y las características individuales. Cada alumno, cada artista, cada una de las preciosas identidades presentes en un aula de clases, en un escenario de ensayos, merecen encontrar los requerimientos diarios de minerales, vitaminas, proteínas animales, proteínas vegetales, aminoácidos, a fin de obtener flexibilidad, resistencia, fuerza muscular y un excelente soporte cardiovascular. El cuerpo reserva en los músculos, en el tejido adiposo y en el hígado, la energía proveniente de los hidratos de carbono, de las grasas, proteínas, frutas, verduras y hortalizas de estación y de ésta manera enfrenta la fatigante labor periódica. Si al tronco inferior le aparecen signos de agotamiento es porque ya se han aprovechado las reservas de glucógeno contenidas en el cuerpo e inmediatamente podría acontecer una lesión física de cualquier magnitud. “Raíces poderosas perduran a los árboles centenarios. Raíces debilitadas le traen una vejez prematura y menos años para ver brotar sus retoños”...
Amar y Respetar a nuestro cuerpo entraña un arte diario de mayúscula consagración, una conexión con puntos vitales, meridianos que atraviesan nuestra circulación sanguínea de la cabeza a los pies y en el reflujo de cada marea lunar nos unen con nuestra esencia. Si la misión personal se halla embebida en la divinidad artífice de la danza, cuán extraordinario sería entonces poder regresar al puente ancestral que filosóficamente contiene la matriz del ser humano, los grandiosos conocimientos que la Pacha Mama, nuestra sabia tierra preserva a pesar de la mutilación avasallante ejecutada por la cruel conquista española y el actual desmonte premeditado. Puedo dar fe de las alumnas que siguen mis clases y de aquellas bailarinas formadas a lo largo de doce años de docencia, el cambio es posible, existen otros senderos y fórmulas fructíferas en la maduración artística y en la visión Holística del Ser.
Los alimentos ideales para el alma son aquellos que nuestra anatomía pudo absorber conscientizando plenamente sus valores nutricionales y, frente a la danza rigurosa, aquella que emprende novedosos lenguajes en los albores del día, logremos crear un diálogo fluido y milagroso con el cuerpo cuyos silencios se atesoran para el alma en la contemplación de lo infinito.


Karina Isabel Roldán ©