martes, 27 de julio de 2010

UN BREVE ENSAYO SOBRE LA SOLEDAD por Juan Pomponio




Si en este preciso momento se borrasen todas las escrituras de la faz de la tierra, incluso estas palabras que escribo, ¿hacia dónde encaminaríamos nuestros pasos? ¿Cómo veríamos la realidad? ¿Quién tiene la verdad? Si no existiese un solo guía espiritual, ni salvadores religiosos, psicólogos, psiquiatras y demás especialistas abocados a sanar los artificios de la mente ¿qué haríamos? Inexistencia. No recurro a nadie para escribir, busco las formas desde un cerebro vacío que no contenga absolutamente nada, ni un solo resquicio, fragmentos de otras mentes que puedan influenciar sobre la pregunta esencial de los tiempos. Me encuentro SOLO. Y desde esa profunda soledad emanan pensamientos, vibraciones racionales convertidas en letras que se unen para armar palabras y luego juegos de frases que se trasformarán en un mensaje que llegará a tantos cerebros que a su vez englobarán y pondrán en funcionamiento los códigos necesarios para descifrar dichos símbolos.
Gran parte de la humanidad está incapacitada para vivir en soledad, muchos dependen de otros porque resulta más fácil repetir viejos vocablos y aferrarse. Cuesta indagar por uno mismo, no queremos trabajar interiormente. La soledad abruma, aplasta y no sabemos cómo hacer para vivir.
Pero ¿qué es la soledad? La respuesta está en cada uno de ustedes. ¿Por qué no pueden permanecer solos? Hombres y mujeres huyen de la temible soledad. Ese miedo que provoca pronunciarla nos lleva a la desesperación y es en ese instante cuando tendríamos que aprender a mantener una verdadera amistad con la soledad, relacionarnos con ella. Hay una carencia espiritual muy grande en nuestro centro, poblado de añoranzas, instalado en el ayer. Nunca nos sentiremos abandonados si en nosotros existe lo otro, aquello que nos brinda el bienestar del alma.
Los bienes materiales no sirven más que para acumularlos y jamás podrán llenar el enorme vacío incubado por carencias. La sociedad entera se encuentra inmersa en un frenesí alocado de satisfacciones personales, donde prima el consumismo atroz y desmedido que nos lleva a la depredación. El hombre es un ser auto-depredador. La soledad asusta, es un fantasma vivo reflejado en el espejo cotidiano y por eso deseamos negar la imagen que nos devuelve en compañía de otros, andar como si fuésemos manadas, todos enfilados hacia un mismo lugar. Millones y millones de personas creen estar acompañadas aún cuando recorren los grandes centros comerciales. Nos vamos de vacaciones a idénticos lugares, apiñados, por no querer estar solos. En el fondo sentimos miedo.

Cuando comprendamos el verdadero valor de vernos a nosotros mismos tal cual somos, sin ataduras mentales, tampoco espirituales, allí se revelará la cuestión central de todo nuestro dolor. Al no contemplar la realidad de lo que nos afecta siempre estamos escapando de lo que nos pasa. Huir es más fácil a tener que enfrentarnos ante un hecho concreto. Muere un ser querido y no estamos preparados para convivir con su ausencia. La sociedad no nos enseña a desprendernos, nos educan para ser prácticos, eficaces y generar ganancias materiales. Por eso reina tanta tristeza a nuestro alrededor, no sabemos cómo vivir ni de qué manera afrontar la propia soledad. Escapamos constantemente, nos evadimos en distracciones por no querer estar solos, reconociendo las voces que albergan nuestra esencia.
Para la sociedad occidental la muerte es un espanto, sin embargo es una forma de aprendizaje reveladora que nos hace disfrutar al máximo de la vida. La persona que queda comienza a sufrir intensamente el martirio de su soledad, el dolor ocasionado por la pérdida destroza su capacidad de discernir, no puede asimilar, no entiende el desapego. En realidad no podemos estar apegados a nada ni a nadie, incluso yo mismo puedo dejar de escribir y morir ahora. Por eso no tendría que ser una sorpresa la muerte de nadie, nos sorprendemos porque no nos han preparado y la mayor soledad es la de quien se queda solo.
La soledad destruye o fortalece, es uno quien decide el camino a seguir. Yo elijo ahondar, fortalecerme y aprender a quedarme junto a ella, introducirme en su maravillosa experiencia y poder descubrir estas palabras que dejo aquí.

Juan Pomponio ©2010

B l u e s in t h e n i g h t - por Karina Mariposa Roldán



¿Y si la nada me hundiese con ella?

Los pasos sincopados del blues abrazan mi destino y la nostalgia. Camino lentamente hacia la decisión final y en la pequeña valija de mano guardo recuerdos contenidos, falsos olvidos, facetas de un mundo verdadero que jamás di a conocer. Allí, entre la escasa ropa habita el poderoso miedo a perderte y la realidad que rebasa expectativas. Miro para atrás, se esfuma el pasado que despido y mis ojos retratan estampas en sepia para depositar el rostro de la incredulidad en el suelo donde voy a desplomarme, no sin antes evocar la que fui, tu pasaje por mi cuerpo y las voces que tapé.
Por el aire viciado vuela el impermeable gris que destapa la cruel apariencia de mis caderas abandonadas, la carne consumida y los huesos en relieve. Retrocedo un instante para evocar y muevo sutilmente las piernas en un suave vaivén que adormece los muslos. Al transitar los pasillos laterales de mi subconsciente descubro muchos adioses que siempre dijiste en tono amenazante pero a la luz yo los negaba. Resultaba más fácil girar, dar vueltas sobre mí misma y modificar la dialéctica acorde las vivencias.
Di patadas en vano, se agitaron las cuerdas silentes de un plexo que luchaba por imponer sus creencias. Recostada sobre mi hombro lloré lejanías aún sin vivirlas, sabiendo que si me arrastraba un poco más entre mi propia humillación obtendría recompensas a futuro. Pero nada sirvió. Ni mis lamentos golpeando contra el muro ni el alejamiento obligado. Sola y de pie, hundida y resquebrajada veo por medio del pensamiento alusivo las imágenes de aquella noche triste cuando pasean desoladas y yo me empecino rechazándolas. Caigo y me levanto reiteradamente, ¿es que no he aprendido todavía? Deberé voltear hacia otra diagonal para enfrentarme al espejo de lo que ahora soy, mientras las preguntas huelen rancio pues ya mi madre expresaba sus certezas enfrentándome y no quise escucharla. Prefería ahogar mi cabeza en el agua del descuido a tener que darle la razón. Nada me frenaba. Podía saltar de un lado a otro sin control, tropezar con desconocidos, huir desesperada hasta enloquecer por una noche de amor desaforado y una madrugada aborreciendo la necesidad de cubrir mi soledad. Abrir mis secretos femeninos no significaba develar el misterio yaciente en mi alma atrapada. Nadie tenía acceso directo al reflujo interno de un dolor caduco.
En el neceser tirado en este piso sin fronteras no hay más que huellas estampadas entre los pocos objetos que allí dentro metí. ¡Cuanto absurdo me rodea!…Cuán absurda me siento pataleando como niña ante la puerta de la habitación de mamá y ella sin abrir. No me escucha. No me siente necesitada. No me ciñe a su cintura.


Un vals suena de pronto y los ecos del blues descienden al cadalso. Con mi espalda alzada se empina un tridente sobrepasando la altura de mis brazos elevados hacia el cielo. Camino sinuosa, reptando mientras mi pelvis se retuerce en añoranzas y mi sombra acompaña el regusto de tus manos empotradas en ellas. El deseo mezcla los pensamientos. Del tormento ascienden las trompetas que destrozan la materia en mil cristales desprovistos de átomos y arrasan con mis defensas. Viento y metal. Una campana ilusoria vibra en la diagonal e intenta renacerme, sin embargo busco la vía de escape más próxima. No hay iglesias ni campanarios ni refugio bendito para mi hostilidad. Por un lado o por otro quiero huir, desvanecerme, tal vez emigrar en lugar de morir. La idiotez del amor me abunda. ¡Qué tonta he sido para amar! ¿Es que acaso existe una inteligencia para hacerlo? Confieso no haberla utilizado.
Desde las raíces de mis pies trepa una pasionaria con hojas partidas y frutos resecos. Le nacen espinas de ortiga clavándose en un duro escalamiento. Mi corazón se acelera y entre suspiros arrepentidos de nuevo encuentro el rostro fatigado de mi madre suplicándome coherencia, dignidad, amor propio. Procuro retroceder para entender el susurro, tímida e indefensa igual que lo fui en mi niñez. La voz se aquieta, también el silencio me abandona. Tomo aire y retrocedo una vez más con furia y remordimiento: -¡perdón mamá!- Grito ahogada con mis sienes carbonizadas y la frente volcándose hacia atrás. En el fondo de aquel abismo brota la respuesta de un más allá, entre la bruma de la vida y el poderoso fragor de mi muerte.

Una valija yace vacía junto al impermeable gris. Mi cuerpo nada entre las aguas uterinas que enroscan de nuevo la ausencia que yo dejo y la juventud donde entrego mi desolación jamás comprendida.

Karina Mariposa Roldán ©


Escrito para mi coreografía BLUES IN THE NIGHT. Interpretada por Camila Pérez
Espectáculo LLUVIAS TORRENCIALES Copyright © 2010
En la foto: Camila Pérez




jueves, 1 de julio de 2010

DANZA Y VIDA por Karina Mariposa Roldán









La pasión por nuestro arte cotidiano comienza desde que bajamos los pies de la cama y vamos en busca de la vida y ella viene por nosotros. Amanecemos cada día haciendo una recorrida de movimientos y actos simples durante horas, de idas y vueltas geométricas cuyo final se determina frente al reposo, cuando la noche abraza nuestro cuerpo en el ocaso de sueños infinitos. De pronto, transitamos diagonales que se cruzan y elegimos caminos, vamos girando en un círculo que se acomoda con la naturaleza en una perfecta coreografía orquestada por el universo y este gran escenario del planeta donde todos somos partícipes tiene millones de protagonistas, impulsados por diferentes motores, que ejercen sus roles y profesiones, trabajando incansables sus proezas cotidianas, utilizando cuerpo, mente, espíritu y alma. Una madre sostiene a su niño meciéndolo con suaves arrullos y en el vaivén complaciente lo adormece. Un aborigen retiembla sobre la tierra cercándola con su cuerpo trémulo mientras invoca a los dioses de la lluvia. Todo es movimiento, acción y reacción y todos formamos parte de una danza cíclica y voluble, inigualable desplazamiento humano que vibra con acordes personales acompañados por músicas constantes y por el silencio que bordea la soledad.


Nuestro cuerpo entraña un arte diario de consagración, conectado con los meridianos que atraviesan la circulación sanguínea de la cabeza a las extremidades inferiores y en el reflujo de cada marea lunar nos unimos a nuestra esencia. Somos seres únicos, misioneros en la Tierra y no debemos permitir que nos anulen el pensamiento ni las capacidades de obrar e inventiva.


Cuando los alumnos ingresan al salón de clases, templo sagrado que abraza la generalidad del cuerpo, aprenden que allí no solo esculpirán la escuela académica del ballet sino que entibiarán el espíritu y canalizarán dolores para tolerar la renovación de sus propias estaciones. El colosal abanico del sujeto cobra formas diversas mutando lo antiguo del organismo para explorar la novedad. Enseñarles la fugacidad de la danza implica conducirlos por aquellas rutas donde zigzaguean los sentidos, abordando la intimidad de sus lados femeninos y masculinos en pleno desarrollo, encausarlos para reconciliarse con la pujanza de la aurora y acondicionarlos para la conquista de un eje sostenido que separa el núcleo al tiempo que fusiona la correcta simetría humana. Es primordial encarar la envoltura sensorial y perceptiva desde todos los flancos posibles para que el foco de atención profundice su mirada en las áreas tangibles, emotivas y anímicas donde sucederá la entrega y el abandono de lo conocido. De una clase de danza nunca se sale del mismo modo que se ingresó. La danza es Yoga, meditación, una religión física y del alma. Es Uno y su Dios. Uno con Uno mismo entrando al éxtasis, viviendo la pasión que arde en el vientre, posicionando los músculos tensos, armonizando las dulces caricias que perforan los oídos gracias a la música que se adentra poderosa en las carnaduras y retuerce la realidad. Los pies son una lengua que aprisiona el tapete negro igual que una boca succionando el fervor del encuentro amoroso. Acordes y cimbronazos, versatilidad y emoción. Medicina para cualquier pena del alma que se corporiza de inmediato.

La danza es la belleza de la poesía escrita con el cuerpo. Personifica el arrebato de una pasión, la loca bohemia de tantos poetas viajando por el tiempo, puntualiza sentimientos y emociones cuya visualización transcurre gracias a la anatomía encaminándose por el espacio, saltando en rimas constantes, rodando por el suelo los versos en acción. Un solo paso puede significar una sola palabra. Como coreógrafa me siento una alquimista del movimiento narrativo y a la hora de montar una obra utilizo el abecedario completo reuniendo el idioma del mundo en una sola lengua. Mis metales combinan a la vieja usanza y penetro en los desplazamientos junto a la música cuando ella arrasa mis oídos encendiendo candelas, acentuando sentimientos sin expresiones verbales, tan sólo la eufonía del cuerpo escribiendo con tinta indeleble. El entorno donde se descubre la danza franquea la sinceridad anatómica, habilita las fronteras empotradas por el Hombre y el lenguaje real cobra nuevas dimensiones. Un bailarín, en la interioridad de la escena, deviene traductor de historias relatadas en imágenes físicas que lo llevarán a unir vías espirituales entre el público y él mismo. Somos cuentistas sin vocablos, escritores de la corporalidad. La poesía del movimiento sucede virtuosa y descifrable, los brazos se sacuden en un aire de pureza para abarcar la ilustración del amor, desperdigando un bosquejo etéreo de su gala en el público expectante. La poesía es danza llevada a cabo por la conjunción existente entre las bellas palabras. Ambas –poesía y danza- comunican al mundo, conmueven, acercan, construyen y liberan el aliento de la Creación.


Vivamos cada día y disfrutémoslo como si fuese el instante final, un arte incomparable, la cumbre escénica, el telón que pronto desciende, los brillos que se consumen, el arrebato de nuestra sangre, el esplendor de un sol individual que se oculta a la hora precisa en que la luna asoma su luminosidad y las emociones nocturnas endulzan el día que concluye, descansan las fuerzas que se adormecen para recomenzar el ciclo y conducirnos nuevamente hacia el sendero del Amor.

-¿Qué separa la vida de la muerte?
-Tan solo un instante…-



KARINA MARIPOSA ROLDAN ©

SOBRE EL ESCRITORIO por Juan Pomponio









Escribo desde la ignorancia total. No se absolutamente nada, solo conozco el significado de las letras para poder armar las palabras que redactaré. La noche se encuentra cargada de lluvia, en el aire puede percibirse la densa humedad. Mis sentidos se agudizan. El gallo del vecino siempre canta cuando quiere. El motor de la heladera se ha puesto en marcha y ronronea como un gato blanco de ojos azules. Una palabra viene en la quietud, es la belleza de la Realidad. Silencio. Los pulmones respiran apasionados y escribo suspendido como en un hueco del tiempo. Mis brazos se mueven junto con mis dedos que danzan airados sobre el teclado. Alguien está leyendo ésta historia desde algún lugar del mundo. ¡Magia! Las letras fluyen recibiendo órdenes del cerebro para ser agrupadas en formato de mensaje, así mi mente se expresa hablando por intermedio de las palabras para que puedan ser asimiladas y comprendidas por otra mente, en este caso la suya. Todo es un misterio y todo es mental porque nuestras funciones brotan desde el cerebro. Ahora me pregunto: ¿El cerebro es un instrumento de la mente? ¿Quién es el que da la orden para que mis manos se muevan de determinada manera? ¿De dónde viene esa voz que me indica todo lo que tengo que hacer? ¿La orden proviene desde adentro del cerebro? ¿La mente existe desde afuera?



Esa realidad es tan poderosa que cada uno tiene que descubrirla, explorar por su cuenta, si dijera lo que pienso al respecto estaría influyéndoles, quitando la oportunidad de llegar a vuestra propia revelación. Tal vez pueda compartir lo que me sucede pero intentar explicar mis experiencias es un acto muy complejo, difícil de traducir por intermedio de los vocablos. Todo lo que Yo pueda decir no significa que se trate de LA VERDAD. En todo caso sería lo que yo creo, no quiero inculcar nada a nadie, ya demasiados seguidores tiene el mundo. Y después de todo ¿qué es LA VERDAD? Lamentablemente la inmensa mayoría no detiene el caminar para averiguar acerca de las cuestiones profundas de la vida, es mucho más fácil retener y atesorar creencias, ideologías y dogmas adquiridos inconscientemente dentro del CAOS que llamamos sociedad. Para todas aquellas personas que tienen SED y se dieron cuenta del profundo sueño hipnótico al que fueron sometidas, que necesitan buscar y no se conforman con el condicionamiento social, cultural, religioso, puedo decirles que es muy posible iniciar una verdadera comunicación real y de crecimiento. Pero, para todas las mentes que todavía permanecen cerradas, programadas con discursos impuestos por políticos y religiosos, es imposible entablar un diálogo abierto pues siempre lo harán por intermedio de un filtro que actúa como un tamiz cultural. La humanidad vive totalmente fragmentada.



Ante mis reflexiones y desde un estado de NO saber digo que Yo doy la orden al cerebro para que él actúe en consecuencia. Y ese Yo que me habla ¿Quién es? Respondo: Juan Pomponio, mi nombre. Al nacer no traía un certificado con el nombre y apellido, ni siquiera sabía de dónde venía. Juan Pomponio es el nombre elegido por mis padres. Solo se que SOY y tengo vida. Soy un ser con capacidad para pensar, hablar y vincularme con ustedes por medio de la mente. Y ella me dice que integro una raza llamada HUMANA y existo dentro de este cuerpo que me ha sido dado. Si ese Yo es el que le entrega las ordenes al cerebro significa que no pertenece a ese cerebro, que la mente actúa desde otro lugar tratándose de un instrumento que es utilizado por el cerebro. Cuando llega la muerte física de la persona quiere decir que muere la totalidad del cuerpo incluido el órgano cerebral, pero el YO que impartía la orden, si supuestamente estaba fuera del cerebro, ¿puede morir? ¿El YO es una identidad real o solo una invención de la mente? El más allá es lo desconocido y a mí me interesa el más acá, donde vivo. No pienso en futuro. Tenemos miedo de algo que no sabemos, ¡tenemos tanto miedo a la muerte! Y realmente no la conocemos. Tal vez nada muere, quizás esa voz que nos ordena sea inmortal y se despierta en los cuerpos de aquellas personas que buscan e investigan, no lo sé, nada puedo afirmar y aunque pudiese hacerlo no la afirmaría. He llegado a un descubrimiento personal pero si dijera lo que pienso con respecto a la muerte, miles de personas desesperadas por miedo a morir creerían en mis palabras, sería otra forma más de creencia, y ciertamente no estoy interesado en que la gente dogmatice mis palabras, si lo hicieran serían seguidores míos. Todos tenemos inteligencia para indagar, discernir, investigar las cuestiones con respecto a Dios, no precisamos de nadie para acceder a esa Verdad, la llave del conocimiento está en cada ser humano, guardada en su propio corazón. Cada uno tiene que transformarse en su propia religión, si no somos felices es porque estamos viviendo totalmente equivocados. La única realidad que conozco existe en este presente sin tiempo, sin pasado y sin futuro, el inmortal AHORA.



SOY, tengo una vida por vivir y no pienso perderla ni por un segundo sino vivirla intensamente. No recuerdo haber muerto como tampoco recuerdo haber nacido, tal vez siempre estuve vivo. Solo tengo mi pluma sobre el escritorio, un corazón pleno de AMOR y el ladrido de los perros que invocan a los viejos espíritus desvelados por la noche que sigue su curso a través de la eternidad.



JUAN POMPONIO © 2010