martes, 1 de febrero de 2011

TARDE DE MIERCOLES por Juan Pomponio


Tengo un puesto de combate literario trabajando todos los días con la poesía. No respondo desde una creencia ideológica o religiosa porque precisamente esos son los fragmentos que han dividido y dividen al ser humano. Millones de personas están aferradas a dogmas, a una nacionalidad y van dispuestos a matar, a destruir la belleza del milagro que representa el cuerpo humano. Estamos preparados para destrozarnos por defender una ideología política determinada que incluso ni siquiera es nuestra propia creencia, sino que nos fue impuesta por métodos muy sutiles que utilizan los sistemas de gobierno. Han cometido las peores atrocidades defendiendo principios, credos y casi todos siguen aceptando la crueldad de otros, los que imponen las estupideces del nacionalismo, del partidismo político, separando a las personas mientras la humanidad sigue sumida en un caos de sangre derramada por la propia necedad de creer que podemos cambiar algo desde una ideología. Nos disgregan violentamente defendiendo nuestras banderas, creyendo que seremos héroes y no nos damos cuenta de que somos usados y explotados como máquinas asesinas dispuestas a matar y a morir.
Hemos creado un infierno sobre la tierra y mi alma poeta no piensa contribuir con mayor violencia sino con metáforas y acciones desde el arte, la poesía, la danza, el AMOR que es la fuerza que mueven mis palabras. Si somos personas inteligentes podremos seguir adelante con la realización de nuestras vidas. Nadie que piense diferente y no comparta las mismas ideas tiene que ser un enemigo. "EL HOMBRE EN SI MISMO ES SU PROPIO ENEMIGO"
Mi lucha no es una lucha de conceptos, sino desde el amor y la conciencia real de trazar un espacio donde la humanidad pueda actuar como tal. Si estamos despiertos y atentos seguiremos siendo Guerreros/as desde la luz para llevar una palabra liberadora hacia todos los seres que pueblan la Tierra.

Juan Pomponio ©

DANZA DE PALABRAS © por Karina Mariposa Roldán


Todas las artes en general y en particular el arte de la danza purifican el espíritu gracias a la comunicación directa con nuestro interior y el mundo de la contemplación. Es sanador a nivel músculo/esquelético porque corrige aspectos del cuerpo brindando una buena y correcta colocación a la columna vertebral y el dominio del eje central acomoda los pies cuando estos arraigan su fortaleza desde abajo hacia la cúspide cervical. Las vértebras respiran salud estirándose hacia su libertad. A lo largo de mis años de labor como docente he comprobado la metamorfosis ocurrida en las alumnas que siguen mis clases y en aquellas que he formado desde adolescentes, hoy bailarinas profesionales. A la hora de transmitir la pedagogía de la danza opté por otros senderos utilizando mis propias fórmulas fructíferas en la maduración artística, donde la visión holística del Ser conforma la clase. Nuestro cuerpo entraña un arte diario de consagración, conectado con los meridianos que atraviesan la circulación sanguínea de la cabeza a las extremidades inferiores y en el reflujo de cada marea lunar nos unimos a nuestra esencia.
Cuando los alumnos ingresan al salón de clases, templo sagrado que abraza la generalidad del cuerpo, aprenden que allí no solo esculpirán la escuela académica del Ballet y la danza contemporánea sino que entibiarán el espíritu y canalizarán dolores para tolerar la renovación de sus propias estaciones. El colosal abanico del sujeto cobra formas diversas mutando lo antiguo del organismo para explorar la novedad. Enseñarles la fugacidad del arte de la danza implica conducirlos por aquellas rutas donde zigzaguean los sentidos, abordando la intimidad de sus lados femeninos y masculinos en pleno desarrollo, encausarlos para reconciliarse con la pujanza de la aurora y acondicionarlos para la conquista de un eje sostenido que separa el núcleo al tiempo que fusiona la correcta simetría humana. Es primordial encarar la envoltura sensorial y perceptiva desde todos los flancos posibles para que el foco de atención profundice su mirada en las áreas tangibles, emotivas y anímicas donde sucederá la entrega y el abandono de lo conocido. De una clase de danza nunca se sale del mismo modo que se ingresó.
La danza es Yoga, meditación, una religión física y del alma. Es Uno y su Dios. Uno con Uno mismo entrando al éxtasis, viviendo la pasión que arde en el vientre, posicionando los músculos tensos, armonizando las dulces caricias que perforan los oídos gracias a la música que se adentra poderosa en las carnaduras y retuerce la realidad. Los pies son una lengua que aprisiona el tapete negro igual que una boca succionando el fervor del encuentro amoroso. Acordes y cimbronazos, versatilidad y emoción. Medicina para cualquier pena del alma que se corporiza de inmediato. La más firme sensación de ser artista ocurre mientras trabajamos, transpirando, aprendiendo los pasos, en mi caso cuando voy creando y dando vida a tantos personajes, buceando en la hondonada interior para abrir puertas que desbaraten la mente y tantos mecanismos trabados. Luego el escenario será un suspiro, la brevedad lumínica reverberando en el corazón.

Karina Mariposa Roldán ©