jueves, 22 de marzo de 2012

FUERZAS DE CHOQUE por Juan Pomponio ©

Detrás del velo de lo aparente hay una batalla desmesurada donde varias fuerzas antagónicas pelean levantando chispas azules hacia el infinito.
Existe desde siempre una raza luminosa que está llegando a nuestra Tierra. Cada año son más los seres de luz que descienden para tendernos una generosa mano. En un sistema instaurado que todo quiere condicionar y todo quiere someter bajo el influjo del hipnotismo masivo, aquellos que logran escaparse de sus garras se filtran entre los hombres grises y comienzan a enseñar y rediseñar los colores de la vida, bien reales e intensos con sus matices en plenitud. Ellos nos hablan de los astros, de la sonrisa de los niños, del canto de los pájaros. Iguales a un faro que guía, como pequeños focos tendiendo puentes solares para que otros puedan despertar del sueño colectivo y emerger de la ilusión que nos han impuesto desde nuestra infancia. Son seres que poseen una mente nueva sin codificar que ejercen su accionar desde la revolución de la Conciencia. Una conciencia sobrada de LUZ y SABIDURIA.

Un hombre sabio es bueno por naturaleza, no se halla contaminado socialmente, camina entre nosotros pero no forma parte de la masificación. Una mente fresca no posee doctrinas, ni ideologías y tampoco nacionalismos. Es una psiquis pura que funciona desde otro estado, un cerebro que actúa sin condicionamientos mentales. Un hombre sabio jamás lanzaría una bomba atómica sobre ciudades indefensas, no permitiría el hambre peregrinando migajas en las calles, trabajaría para el bienestar de todos y no para su beneficio propio. La bondad en su corazón está sellada a fuego pues él comprende la realidad del Amor. Saber que no sabe nada es una de sus mayores riquezas junto a la total ignorancia de un alma que anhela siempre conocer y aprender. Un hombre sabio entiende que una flor tiene el poder sensible de la profunda religiosidad y se inclina ante la majestuosidad agradeciendo su belleza.

Los hombres y las mujeres que caminan por la senda luminosa, al comienzo, creen estar solos y sufren por verse diferentes al resto, siendo incomprendidos, no saben de qué manera seguir la ruta trazada por las líneas del Tiempo, diagramadas por “Aquello” que vibra en todas las cosas. Luego, cuando empiezan su recorrido se dan cuenta que hay otros y después otros y más tarde otros seres similares, portando idénticas misiones: Iluminar, encender caminos, señalarlos, para que los demás vayan libres de todo peso dogmático que impida la propia iluminación interior. El encuentro con la verdad.
Ya no podemos continuar peleando por territorios que no tienen verdaderos dueños y sólo son invenciones de la mente, del Ego que todo lo perturba. Nadie es dueño de nada en esta vida. Nada nos pertenece. Todo lo que tenemos nos es prestado por una cierta cantidad de años, tal vez setenta, ochenta, entonces ¿por qué tanta avidez y afán de posesiones si nada podremos llevarnos? Ahora es momento de contemplación, tiempo de ver las realidades que nos circundan. Aprehender, captar, asimilar, entendernos, Amar. Tender una mano al que necesita, creer que todo es posible, sostener la llama de la FE inquebrantable. Una palabra de amor tiene más fuerza de choque que mil bombas.
El hombre sabio ha debido permanecer oculto porque su luz se hace visible y resalta demasiado, entonces las fuerzas oscuras lo buscan, él/ella se transforma en alguien peligroso ante los ojos de quienes oprimen a tantos. Por eso enseñará desde el anonimato, no buscará discípulos, sólo ponernos frente al espejo de nuestra vida para que miremos todas las barbaridades y tengamos la posibilidad de mutarlas y trascender.

Los seres luminosos caminan entre nosotros. Están presentes. Los he visto y he conversado con ellos. He percibido la pureza de sus corazones desposeídos de todas aquellas emociones negativas. Ellos no saben de envidias, odios, rencores y celos, todo es AMOR, todo es paz, una paz transmitida sin pretensiones más que la de ser seres simples, como una tierna brizna del monte. © 2010 Juan Pomponio