martes, 27 de julio de 2010

B l u e s in t h e n i g h t - por Karina Mariposa Roldán



¿Y si la nada me hundiese con ella?

Los pasos sincopados del blues abrazan mi destino y la nostalgia. Camino lentamente hacia la decisión final y en la pequeña valija de mano guardo recuerdos contenidos, falsos olvidos, facetas de un mundo verdadero que jamás di a conocer. Allí, entre la escasa ropa habita el poderoso miedo a perderte y la realidad que rebasa expectativas. Miro para atrás, se esfuma el pasado que despido y mis ojos retratan estampas en sepia para depositar el rostro de la incredulidad en el suelo donde voy a desplomarme, no sin antes evocar la que fui, tu pasaje por mi cuerpo y las voces que tapé.
Por el aire viciado vuela el impermeable gris que destapa la cruel apariencia de mis caderas abandonadas, la carne consumida y los huesos en relieve. Retrocedo un instante para evocar y muevo sutilmente las piernas en un suave vaivén que adormece los muslos. Al transitar los pasillos laterales de mi subconsciente descubro muchos adioses que siempre dijiste en tono amenazante pero a la luz yo los negaba. Resultaba más fácil girar, dar vueltas sobre mí misma y modificar la dialéctica acorde las vivencias.
Di patadas en vano, se agitaron las cuerdas silentes de un plexo que luchaba por imponer sus creencias. Recostada sobre mi hombro lloré lejanías aún sin vivirlas, sabiendo que si me arrastraba un poco más entre mi propia humillación obtendría recompensas a futuro. Pero nada sirvió. Ni mis lamentos golpeando contra el muro ni el alejamiento obligado. Sola y de pie, hundida y resquebrajada veo por medio del pensamiento alusivo las imágenes de aquella noche triste cuando pasean desoladas y yo me empecino rechazándolas. Caigo y me levanto reiteradamente, ¿es que no he aprendido todavía? Deberé voltear hacia otra diagonal para enfrentarme al espejo de lo que ahora soy, mientras las preguntas huelen rancio pues ya mi madre expresaba sus certezas enfrentándome y no quise escucharla. Prefería ahogar mi cabeza en el agua del descuido a tener que darle la razón. Nada me frenaba. Podía saltar de un lado a otro sin control, tropezar con desconocidos, huir desesperada hasta enloquecer por una noche de amor desaforado y una madrugada aborreciendo la necesidad de cubrir mi soledad. Abrir mis secretos femeninos no significaba develar el misterio yaciente en mi alma atrapada. Nadie tenía acceso directo al reflujo interno de un dolor caduco.
En el neceser tirado en este piso sin fronteras no hay más que huellas estampadas entre los pocos objetos que allí dentro metí. ¡Cuanto absurdo me rodea!…Cuán absurda me siento pataleando como niña ante la puerta de la habitación de mamá y ella sin abrir. No me escucha. No me siente necesitada. No me ciñe a su cintura.


Un vals suena de pronto y los ecos del blues descienden al cadalso. Con mi espalda alzada se empina un tridente sobrepasando la altura de mis brazos elevados hacia el cielo. Camino sinuosa, reptando mientras mi pelvis se retuerce en añoranzas y mi sombra acompaña el regusto de tus manos empotradas en ellas. El deseo mezcla los pensamientos. Del tormento ascienden las trompetas que destrozan la materia en mil cristales desprovistos de átomos y arrasan con mis defensas. Viento y metal. Una campana ilusoria vibra en la diagonal e intenta renacerme, sin embargo busco la vía de escape más próxima. No hay iglesias ni campanarios ni refugio bendito para mi hostilidad. Por un lado o por otro quiero huir, desvanecerme, tal vez emigrar en lugar de morir. La idiotez del amor me abunda. ¡Qué tonta he sido para amar! ¿Es que acaso existe una inteligencia para hacerlo? Confieso no haberla utilizado.
Desde las raíces de mis pies trepa una pasionaria con hojas partidas y frutos resecos. Le nacen espinas de ortiga clavándose en un duro escalamiento. Mi corazón se acelera y entre suspiros arrepentidos de nuevo encuentro el rostro fatigado de mi madre suplicándome coherencia, dignidad, amor propio. Procuro retroceder para entender el susurro, tímida e indefensa igual que lo fui en mi niñez. La voz se aquieta, también el silencio me abandona. Tomo aire y retrocedo una vez más con furia y remordimiento: -¡perdón mamá!- Grito ahogada con mis sienes carbonizadas y la frente volcándose hacia atrás. En el fondo de aquel abismo brota la respuesta de un más allá, entre la bruma de la vida y el poderoso fragor de mi muerte.

Una valija yace vacía junto al impermeable gris. Mi cuerpo nada entre las aguas uterinas que enroscan de nuevo la ausencia que yo dejo y la juventud donde entrego mi desolación jamás comprendida.

Karina Mariposa Roldán ©


Escrito para mi coreografía BLUES IN THE NIGHT. Interpretada por Camila Pérez
Espectáculo LLUVIAS TORRENCIALES Copyright © 2010
En la foto: Camila Pérez




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